Ni siquiera tú
A medida que surgían detalles de su pasado, el presente se tornaba brumoso y optó por el silencio. Entonces las dudas atizaron la curiosidad que revelaba la inoportuna mensajera. Fue acorralada por una manada de lobos y despreciada por los destellos de empatía que en la justicia debió acogerla: era la historia de su madre.
Natalia, huérfana y a la deriva en el oleaje de conjeturas, se apegó a los embates que toleraba su conciencia. Sin embargo, cuando la adolescencia floreció, la fragancia de las margaritas silvestres se convirtió en el único haz de ternura que avivaba su nostalgia. Una encrucijada de temores batallaba por su conciencia. Entonces, acosada por una inoportuna mensajera, dio forma a su pasado y en la soledad en la que se vio aislada, se prometió enfrentar las sombras que cercenaban su felicidad.
Trazó las líneas, formas y colores que desbordaban las lágrimas que la anegaban. Enmarcó con celosa cautela los gritos que ahogaban su dolor. Lidió con los monstruos de sus pesadillas sin apartar el curso al horizonte que guiaba su paso en la calidez de una mano que la acogió. Y entabló juicio de honor a su propia sangre con el mismo coraje con que despreció un lugar al rencor en su corazón.