Reseña

Era una tarde de esas que huelen a limpio tras un buen aguacero. Tres mujeres, sus historias y sus esquemas, se reunieron alrededor de una mesa que vibraba con el entusiasmo de sus ideas. No se trataba de una reunión de esas que se imaginan muchos que se mueve a trivialidades cuando nos reunimos las mujeres; allí no había espacio para repetir eslóganes ni para las sonrisas fingidas. Hablaron de aquello que arde en lo profundo, de lo que molesta y de lo que —quien no ha vivido con el sello de ser mujer— cree conocer mejor que ellas.
El tema era el de las relaciones, pero pronto la conversación tomó vida propia, fluyendo como un río que se niega a ser contenido. Hablaron de la fuerza que se requiere para ser mujer en un mundo que busca silenciarlas, de la solidaridad que las une en la sombra de los prejuicios, de las literatas que tejen historias con palabras afiladas como cuchillos, de la persecución que se cierne sobre aquellas que se atreven a pensar diferente, del adoctrinamiento que intenta moldear sus mentes y de la naturaleza, esa eterna aliada que susurra secretos en el viento.
Entre risas y miradas cómplices, una de ellas —con el brillo de la ironía en los ojos— exclamó: «Por eso es que nos queman». Una risa estalló, pero en ese eco de humor hubo una verdad que no se podía ignorar. Y entonces, como si hubieran despertado un antiguo conjuro, surgió la idea: escribir una antología de brujas.
Así, estas primeras sacerdotisas reunieron un total de siete mujeres. Siete brujas que agarraron sus átame de tinta y grafito. No iban a escribir historias de romance ni cuentos de complacencia; eran escritos de poder, de magia, de esa fuerza que vive en cada mujer que se niega a ser domada. Cada bruja, en estas páginas, trae consigo un encantamiento, un hechizo nacido de su esencia y una pieza de arte que refleja su poder creativo, su magia y su embrujo.
Esta antología es un tributo a esas brujas que siempre han existido entre nosotras, a las que fueron silenciadas y a las que siguen hablando, a las que arden de pasión por lo que es justo y a las que resisten el fuego de la ignorancia. Aquí, en estas páginas, las brujas no temen al juicio porque saben que la verdadera magia está en la verdad que llevan dentro.
Que estas palabras sean su fuego y que este fuego ilumine los rincones donde aún se ocultan las sombras del miedo y la opresión. Aquí, comienza el hechizo. Aquí, se despliega la magia. Aquí, las brujas cuentan su historia. Este es nuestro primer conjuro.
Ingrid Rodríguez Ramos